Las normas y los límites, además de cumplir con la función de enseñarles a los más pequeños lo que está bien y mal, lo que toca hacer y lo que no, el camino a seguir, cumplen otras funciones esenciales en el proceso de maduración, como son:
- Les aportan seguridad: seguridad en sí mismos, porque en todo momento conocen la ruta a seguir. Y seguridad en la vida.
- Les ayuda a ser más constantes en sus quehaceres y a esforzarse más, ya que el cumplimiento de las normas implica un esfuerzo para los niños.
- Y en consecuencia, les ayuda a tolerar mejor la frustración, ya que el cumplimiento de la norma implica un esfuerzo.
Que las normas se cumplan o no, depende en gran medida de cómo los adultos las gestionemos. En este artículo mencionaremos las principales pautas que tienes que tener en cuenta para ayudar a los más pequeños a autorregular su conducta.
Los niños rigen sus comportamientos por el principio del placer, lo que significa que frente a dos situaciones, una que les genere bienestar y otra que no, tenderán a escoger aquella situación que les haga sentirse bien, aunque esa situación no vaya en la línea de la conducta socialmente aceptada.
También es importante tener en cuenta, que cuando los niños estén inmiscuidos en una situación placentera, les llevará más tiempo que a un adulto autorregular su conducta.
Estas son las principales pautas a seguir en la gestión de las normas:
- Los niños deben conocer con antelación a la aparición de una conducta no deseada, cuál es la norma y qué consecuencia experimentará si la norma se incumple. De esta forma le será más fácil anticipar las consecuencias y por tanto autorregular su conducta. Haz junto a tus hijos el mural de normas-consecuencias, así podréis recordar juntos las normas en cualquier momento del día, preferentemente cuando estéis tranquilos y no se haya dado ningún incumplimiento. Los adultos tendemos a recordarles las normas cuando la han incumplido y ahí no están en su mejor momento para integrar la norma. Cuando las incumplan, en lugar de enfadarte y empezar tu discurso racional “sermón” (“te he dicho mil veces que …” “no puedes estar siempre haciendo…” “la comida es para comerla…” y un largo etc), lleva a tu hijo hasta el mural y lo repasáis juntos.
- En el mural de normas – consecuencias debes contemplar normas:
- De respeto. Ej. “En casa nos tratamos con cariño: nos abrazamos, nos hablamos en voz suave, …Así todos nos sentimos muy felices y contentos (no nos pegamos, empujamos, …)
- De colaboración (equipo). Ej. La ropa que te quitas cada día se lleva a la cesta de la ropa sucia al acabar la ducha. Tu ayuda es muy importante para mamá y papá.
- De orden. Ej. Los juguetes que saca cada uno los esconde cada uno. Antes de sacar nuevos juguetes escondemos los que ya no necesitamos. Nos gusta mucho encontrar las cosas en su sitio cuando las buscamos.
- De higiene y limpieza. Ej. Todos los días nos duchamos a las 20.30h, justo antes de cenar. Nos gusta cenar relajados por el baño.
- Siempre que se dé el incumplimiento, deberás poner en práctica la misma consecuencia que le anunciaste con antelación, la que figura en el mural. Si no llevas a cabo la consecuencia, o lo haces unas veces sí y otras no, el niño interiorizará el mensaje de: «se puede incumplir ya que en ocasiones no hay consecuencia». Lo más importante aquí es ser determinante y firme. Muchas veces los adultos no llevamos hasta el final la consecuencia, bien porque cuando la anunciamos no nos paramos a pensar si podremos llevarla a cabo hasta el final, bien por conveniencia propia ya que en un determinado momento no nos viene bien seguir con «el castigo». Esto tiene una fuerte repercusión en el niño, ya que no le estamos ayudando a que interiorice la norma. Muy al contrario, le lanzamos el mensaje de que frente a un incumplimiento, después no pasa nada, salvo el enfado de papá o mamá.
- Una vez los padres hayan consensuado entre ellos qué normas y qué consecuencias quieren plasmar en el mural, elaborar junto al niño el mural de normas-consecuencias le ayudará a recordar las normas asociándolas a una experiencia compartida y agradable. Si todavía no saben escribir utiliza pictogramas.
- Si tus hijos están en la pubertad-adolescencia, en lugar de un mural de normas-consecuencias, tienes que redactar un contrato de normas familiares y has de negociar con ellos. La adolescencia es una etapa en la que el niño está dejando de ser niño. Es una etapa de transición hacia la edad adulta. Y una de las cosas que caracterizan al adolescente es que “se siente adulto” sin serlo. Tratarlo como si fuera un niño hará que se sienta frustrado y no entendido. Es muy importante que los padres aprendan a dejar de tratar al adolescente como si todavía fuera un niño. Para ello debes tener en cuenta las opiniones del adolescente a la hora de establecer el contrato de normas familiares.
Al igual que sucedía en la elaboración del mural, los padres han de consensuar entre ellos y con antelación, las normas y las consecuencias que para ellos son importantes y después deberán sentarse con el adolescente, para que éste exprese su opinión al respecto. Es aquí donde entra la negociación. La negociación implica que el adolescente tiene que sentir que sus opiniones cuentan y puede decidir en cierta medida, pero no olvidéis que quien lidera la negociación sois los padres. (P. ej. si la norma es que la habitación se tiene que quedar ordenada todos los días, el adolescente puede decidir a qué hora del día ordena la habitación; la norma “recoger la habitación todos los días” sigue siendo firme).
- Las consecuencias tienen que estar totalmente relacionadas con la conducta no deseada, de esta forma les estamos enseñando que toda conducta tiene una consecuencia natural. Y les explicamos esto con un ejemplo de casa que nos afecte a todos los miembros de la familia: “Si papá o mamá no van a hacer la compra durante un tiempo la consecuencia es que no podemos comer” ó “si papá o mamá no ponen la lavadora la consecuencia es que cuando pasen unos días no tendremos ropa limpia”. Las consecuencias tienen que implicar en la medida de lo posible un esfuerzo para el niño y tienen que darse justo después del incumplimiento.
- Es importante cambiar el concepto de castigo por el concepto de consecuencia. El castigo destruye y culpabiliza (hay implícito un juicio de valor a la persona), la consecuencia educativa ayuda a mejorar y a responsabilizarse de la situación (lleva implícito un juicio de valor a la situación y no a la persona). Con las consecuencias naturales los niños van interiorizando el mensaje de que “toda conducta tiene unas consecuencias naturales” y por tanto les ayuda a responsabilizarse de sus actos.
- En el castigo el niño no interviene, en la consecuencia educativa se le permite intervenir en la resolución, lo que les ayuda a integrar “he sido parte del problema y estoy siendo parte de la solución”.
Las normas deben ser:
- Específicas: pídele al niño exactamente lo que esperas de él. En lugar de decirle «recoge la habitación», dile «antes de la cena los juguetes tienen que estar recogidos en el baúl y los cuentos en la estantería”. Con esta segunda frase el niño sabe exactamente qué es lo que se espera de él.
- En positivo: mejor decirle «habla en voz bajita» a «no grites»; la mente humana es más receptiva a mensajes positivos. Además que la norma resulta mucho más atractiva al oído humano.
- Hazle sentir parte del equipo: mejor decirle «en casa nos gusta repartirnos las tareas» que «aquí las tareas se hacen entre todos y punto». El niño ve y entiende el mundo a través de los ojos del adulto, y si esta es la verdad que tú le presentas “nos gusta hacer las tareas entre todos”, el niño integrará este mensaje. Y aunque al principio le cueste colaborar (porque recuerda que le mueve el principio del placer), será más fácil que se implique si se siente parte de un equipo que si la norma se ha de cumplir porque lo dice un adulto y punto. Siempre que la norma implique un esfuerzo, ayúdale. No hay nada más placentero para un niño que hacer una tarea junto a su madre y su padre.
- Despersonaliza. Cuando caiga en el incumplimiento, no le hagas sentir culpable con frases del tipo: «Ya te has vuelto a dejar todas las luces encendidas, como tengo que decirte …..». Esto no le va a ayudar. En cambio sí le verbalizas: «Veo que las luces se han quedado encendidas. Recuerda que nuestra norma es apagarlas cuando no las necesitemos. Sería de gran ayuda para mí que las apagaras ahora».
- Hazle ver que toda norma tiene un beneficio para el equipo. No se trata de hacerle ver que cuando uno gana otro pierde. No quiero que recoja la habitación, porque a mí me gusta ver las cosas ordenadas sino porque en casa nos gusta encontrar las cosas en su lugar cuando las buscamos.
- Utiliza el lenguaje emocional cuando vayas a hablarle de las normas. Por ejemplo, dile que «en casa nos sentimos muy bien cuando colaboramos los unos con los otros en la realización de las tareas, lo que nos permite tener más tiempo para pasarlo juntos». La mente humana es más receptiva a los mensajes que incluyen el vocabulario emocional.