Qué puedes hacer como madre o padre para evitar el conflicto de lealtades tras la separación

Un padre y una madre cada uno en lateral estirando de una cuerda que esta atada a los brazos del niño

¿Qué es el conflicto de lealtades?

El conflicto de lealtades es la percepción que tiene un niño de que, si es leal y quiere a uno de sus progenitores, le está siendo desleal al otro progenitor. Veamos algunos ejemplos de lo que significa este concepto, tal y como lo percibe la mente de un niño.

  • Si estoy con papá y le cuento que lo he pasado muy bien con mamá, papá pensará que a él no lo quiero o se enfadará conmigo.
  • Si jugando con mis amigos les cuento lo mucho que me gusta ir con papá, voy a contarlo cuando mamá no me oiga, si no se pondrá triste o se enfadará conmigo.
  • Cuando el papá me pregunta cómo lo he pasado con mamá, no se lo voy a decir, porque si le digo la verdad, que he estado bien y a gusto, creerá que no soy un buen hijo.
  • Si le cuento a mamá lo que hago con papá se va a enfadar porque a ella no le gustan las rutinas que tengo con papá.
  • No puedo demostrar que lo paso bien con mamá ya que por mi culpa papá se va a poner muy triste.

¿Por qué se desarrolla el conflicto de lealtades y quien lo provoca?

Es el adulto quien inicia este proceso, cuando de forma más o menos consciente, le muestra al niño sus sentimientos de “dolor, fracaso, desamor, enfado, rabia, ira” hacia el otro progenitor. Estas son algunas conductas/frases del adulto que hacen que se desarrolle el conflicto de lealtades:

Cuando se verbalizan delante del niño aspectos negativos del otro progenitor:

“Tu madre/padre nunca ha estado cuando hacía falta, y ahora dice que quiere veros”
“Tu padre/madre nos ha dejado, ha roto nuestra familia”

Cuando se verbalizan aspectos derivados de la separación que, aunque les afecten a los niños, no son temas que los niños tengan que conocer, puesto que no les corresponde resolverlo.

“Si tu padre/madre nos quisiera nos permitiría seguir en la casa familiar”

Cuando, delante de los niños, hablamos con otros adultos del proceso de separación y de las consecuencias que está teniendo.

“Si el/ella lo hubiera hecho bien, no nos habría dejado de esta forma, imagínate si piensa poco en los niños y en el dolor que les está causando”
“No tiene sentido común, en lugar de centrase en sus hijos piensa más en …”

Cuando hablamos de aspectos materiales/emocionales de la separación delante de los niños, y que tienen que ver más con el adulto que con el niño:

“Nunca paga lo que tiene que pagar para vuestra manutención”
“Nos ha hecho mucho daño y hemos sufrido mucho por su culpa”

Cuando se les da a los niños información relativa a la reconstrucción familiar por parte del otro progenitor y se les muestra el malestar que nos genera que el otro progenitor haya reconstruido su vida:

“tu madre/padre no ha tardado nada en encontrar otra pareja, en lugar de pasar más tiempo con vosotros”

Cuando, delante de los niños, se verbalizan aspectos que no nos gustan sobre el modo de educar del otro progenitor:

“Estoy cansado/cansada de que vuestra madre/padre no se ponga a hacer los deberes con vosotros cuando estáis con ella/él, soy yo quien tengo que revisar que lo traigáis hecho. ¡Ya me dirás que responsabilidad es esa!

¿Qué consecuencias tiene en un niño el conflicto de lealtades?

  • Desarrollan mucha ansiedad, ya que están asumiendo responsabilidades que no les pertenecen y que no pueden resolver.
  • Sentimiento de culpabilidad. La mente de los niños se caracteriza por el pensamiento mágico y cuando algo va mal tienden a pensar que algo deben haber hecho ellos para que esto esté pasando.
  • El sentimiento de culpabilidad les lleva a querer resolver la situación que están viviendo, y así asumen responsabilidades que no les corresponden por edad.
  • Tienen miedo a perder a uno de sus progenitores. Si mamá/papá se enfadan conmigo porque yo quiero al otro, van a dejar de quererme.
  • Tienen miedo a causar dolor a uno de sus progenitores (o a los dos). Si estoy bien con mamá, le haré daño a papá y viceversa. Ello les conduce a no expresar sus verdaderos sentimientos.
  • Miedo a que sus progenitores se enfaden con él. Si demuestro que quiero a papá/mamá (y a todo su mundo) y que me lo paso bien cuando estoy con el/ella, el otro se enfadará conmigo.
  • Los niños tienen una mente dicotómica, que significa que piensan en polaridades (blanco o negro, bueno o malo, …) y cuando les llega información negativa de uno de sus padres hacia el otro, no pueden entender que uno de ellos sea “malo”, ya que un niño no es capaz de entender que entre adultos pasan cosas y que no necesariamente hay culpables sino situaciones. De modo que desarrollan un conflicto interno que les genera mucho dolor.
  • Desarrollan la percepción de estar viviendo una doble vida, con un progenitor se muestran de una forma y con el otro de otra, con el objetivo de no fallar a ninguno de los dos.
  • Todo ello les hace percibir que el mundo es una amenaza, ya que no pueden ejercer el rol de niño (los padres cuidan de los hijos y no al revés) con sus figuras de apego, convirtiéndose muchas veces en los cuidadores.

Conductas a poner en práctica para prevenir el conflicto de lealtades

  • Explicarles a los niños que ellos NO son el motivo de la ruptura. Tampoco hay que culpabilizar al otro progenitor con frases como “papá/mamá se ha querido ir, nos ha dejado, ha roto la familia…”.
  • Recodarles que, aunque los padres se han separado, ambos lo vamos a seguir queriendo.
  • No hablar mal del otro progenitor. Ni establecer conversaciones “de desahogo” con personas cercanas en las que los niños están presentes. Aunque no se esté de acuerdo con las actitudes del otro, es el padre/madre al que quieren, y que se hable mal de el/ella, al hijo le duele.
  • Evitar conflictos delante de los niños. Los conflictos de adultos son cosa de adultos y la mente de un niño no está preparada para entender lo que está pasando.
  • Liberarlos de las responsabilidades que no les pertenecen. Es muy importante mantener una comunicación adecuada entre adultos en los temas relacionados con la educación de los hijos y evitar que los niños sean los mensajeros para que se produzca el cambio en el otro progenitor.
  • No mostrarles “pena” porque se van a casa del otro progenitor con frases como “estoy muy triste porque te vas y no te voy a ver, si papá/mamá no se hubiera querido separar esto no pasaría”. Es preferible explicarles que los vamos a echar de menos pero que van a estar muy bien con mamá/papá ya que también les quiere mucho.
  • No hacer partícipes a los hijos de las emociones generadas por la separación. Esto es algo que deben aprender a gestionar los adultos al margen de los hijos.
  • No someterles a un interrogatorio sobre como ha ido la estancia en casa de papá/mamá. Si preguntamos y no contestan es porque el conflicto de lealtad ya ha aparecido y necesitan esconder sus emociones para no dañar al otro. No forzar.
  • No comparar ni menospreciar el estilo educativo del otro progenitor. Cada persona tiene su estilo educativo y cada uno lo hace lo mejor que puede y sabe. Si en algo no se está de acuerdo se debe hablar entre adultos llegando a acuerdos responsables sin hacer partícipes a los hijos. Hacerlos partícipes les conduce una vez más a asumir responsabilidades que no les pertenecen.

Depende de los adultos que el conflicto de lealtades no se desarrolle. Es normal que no tengamos toda la información, pero una vez conocemos qué es y como aparece, está en nuestras manos prevenirlo.